miércoles, 28 de enero de 2009

El Angel de la Muerte



Sam, estaba cansado.
No. no es que hubiese tenido un dia muy ocupado. Era su vida la que anímicamente lo había agotado emocionalmente.

A sus casi cuarenta años de edad, había sufrido y disfrutado de una vida plena, intensa. Con grandes pasiones y experiencias, además de grandes fiascos económicos y sentimentales.

No había tenido suerte en el amor. Y a pesar de haber tenido siempre a mujeres en su vida. O bien no le habían llenado o bien se había equivocado de mujer a la hora de amar. Eligiendo siempre entregar su corazón a las peores víboras del género femenino.

Sam, había realizado casi todos los sueños de su infancia y juventud. Había trabajado en los empleos mas exóticos y había sido bastante bueno en todos ellos.
Desde hacía algún tiempo, dedicaba su creatividad a escribir relatos como este, a escribir reportajes sobre el mundo de la moto y la kustom kulture y a fotografiar modelos y motos espectaculares a partes iguales.

Vivía de prestado en el piso de un familiar en Wickenburg. Una pequeña ciudad de Arizona, a medio camino entre Phoenix y Flagstaff. No lejos de la mítica route 66.
Le apasionaban las puestas de sol en el desierto, el misterio del salvaje oeste, la cultura india y los choppers y los viejos hot rods californianos.

Allí disponía de material mas que suficiente para publicar en las revistas en las que colaboraba desde hacía ya muchos años. Pero en realidad, se trataba también de una excelente escusa para montar en su vieja motocicleta por las largas highways, con la única compañía del sonido de sus escapes, bajo el cálido sol de invierno del desierto americano.

Sam apenas salía ya a fiestas, concentraciones, rides, shows, conciertos o festivales que organizaban los bikers del oeste de los USA. Viejos conocidos en su mayoría, pero de los que necesitaba descansar.
Mas de lo mismo siempre. Las mismas actividades, las mismas caras y la misma marca de cerveza con la que olvidaba las penas mas latentes de la temporada.
Desde que estuvo en la cárcel por algún tiempo, por un crimen que no había cometido, le había cambiado bastante el carácter. Se había vuelto mucho mas reservado y se consideraba de alguna manera un preso politico. Una cabeza de turco de un sistema cada vez mas opresor, hipócrita, borrego y mojigato.

Cada día se introvertía mas en su especie de concha. Un muro infranqueable para los demás en el que no había sitio para el “mundo exterior”. Un lugar tremendamente triste, pero creativo, del que Sam, obtenía excelentes ideas para sus trabajos mas sobresalientes y aplaudidos.
La sensación de estar a la vuelta de todo en la vida. Lo que le privaba de sensaciones nuevas que pudiesen emocionarle o ilusionarle por lo que fuese, le hacían sentir cada día mas cansado de su vida y aburrido. Sin alicientes. Sin ganas de ver salir el sol una vez mas por las mañanas.



Aquella noche, Sam no podía dormir.
Había acabado un par de artículos, había enviado algunas fotografías a redacción por correo electrónico y había tratado de ver un rato la televisión. Tras quince minutos, cambiando de canal, se había convencido, de que no echaban nada interesante por la tele.
Dos cervezas mas tarde y una hora leyendo en la cama un libro que había comprado unos días antes, le convencieron de que esa noche no era noche para estar en casa.
Necesitaba darse un paseo por la noche del desierto, acompañando desde el asfalto, la melodía del aullido de los coyotes con el ronco sonido de su Harley Davidson negra como la boca del infierno.

Se vistió sin ceremonia, como miles de veces antes, lo había hecho casi a diario. Arrancó el motor de su caballo de acero y salió por las calles de la ciudad, iluminada por una preciosa luna llena y las luces interiores de algún que otro autobús nocturno.
Atravesó las amplias y mojadas avenidas de algunos suburbios de Wickenburg, en donde en algún punto indeterminado desaparecen las viviendas, para dejar paso a algunas naves industriales, almacenes y ya por fin, la soledad y planicie del desierto.

Hacía una noche agradable, tan solo amenazada por la presencia de unos rayos y el apagado sonido de algunos truenos en la lejanía. Corría la suave brisa del desierto que acariciaba su piel húmeda por el sudor y hacía rodar de vez en cuando algún que otro arbusto redondo, que cruzaba imprudentemente la banda de asfalto de la carretera solitaria.

Sam apretó el puño del gas a través de aquella carretera solitaria y sin apenas curvas durante varias millas. Hasta que se sintió solo e insignificante bajo el cielo estrellado.
Podía contemplar perfectamente el cinturón de estrellas que componían la Via láctea, asi como la estrella polar, las osas menor y mayor, el guerrero Orión o la “W” de Casiopea.
Parado en aquel lateral de aquella carretera solitaria, se sentía en contacto directo con Dios.

Solo ellos dos, para hablar o sentir lo que les saliese de la polla, sin que nadie les interrumpiese.
Era la única iglesia que pisaba Sam desde hacía muchos años. La única iglesia que había construído Dios. Y no los hombres, como había descrito en alguna ocasión a una pequeña selección de amigos íntimos.



No se sabe cuanto tiempo estuvo Sam parado en aquella cuneta, bajo la luz de la luna llena y las estrellas hasta que sintió la proximidad de un sonido ronco de motor en la lejanía del desierto.
Un sonido que se intensificaba por momentos y un haz de luz que se aproximaba en la lejanía hacia donde se encontraba el.
A los cinco minutos mas o menos, el misterio se disipó al parar junto a él, un precioso chopper de estilo californiano y minimalista, con un mtor S&S de 110 cubic inches, unos escapes artesanales que rugían como la mismísima boca del infierno y la mas bella amazona que podría haber imaginado en sus mas lúbricos sueños.

Una pelirroja con el pelo muy largo y rizado, de una estatura de 170 cms aproximadamente, de piel blanca y pecosa. Con unos ojos claros como el hielo y con un cuerpo espectacular. Cinturita esbelta y tetas gordas, que se adivinaban bajo su camiseta blanca, bajo una chaqueta de cuero abierta y sus vaqueros de cuero ajustados, con ceñidor de serpiente y hebilla de plata.



Sam no podía creer lo que estaba viendo, hasta que la pelirroja echó sus botas a tierra y se acercó hasta él.

-Hola. ¿Que hace un chico como tu en un sitio como este... y a estas horas de la noche? (Preguntó la pelirroja).

-He salido a dar una vuelta. No podía dormir bien (respondió Sam mientras se recomponía torpemente de la sorpresa).
-Lo hago con cierta frecuencia, aunque hace ya algún tiempo que no lo hacía. ¿Y tu?.

-He salido por lo mismo y por ver el eclipse de luna que habrá esta noche.
-Por cierto: Mi madre dice que no hable con extraños. (dijo con una mueca guasona). Me llamo Eva.

-Ja, ja, ja. Yo soy Sam. Encantado de conocerte, Eva. Tienes el nombre de la mujer que es la perdición de cualquier hombre desde el día de la creación (Sam bromeó con intención de tirarle los “tejos” a la pelirroja).
-No sabía que esta noche hubiese un eclipse lunar.

-Pues lo hay. Dentro de una hora y media o dos. Si quieres lo podemos ver juntos. Dicen que se conceden los sueños mas difíciles si los pides con la suficiente fe.
-¿Hacia donde vas?.

-Me da igual. A donde tu quieras. Y no tenía ningún deseo hasta que te he conocido.

-Ja, ja, ja. Pues lo mismo que yo (respondió Eva).

A Sam se le pusieron los ojos como platos y se le erizó la piel de la nuca al escuchar esta última frase.
-Perooooo. Un pivón como tu, seguro que tiene a un maromo que no te suelta ni con agua caliente (replicó Sam).

-No des tantas cosas “lógicas”por hechas, chaval. Confía mas en tu instinto.

-Mi instinto me dice que eres la tía con la que he soñado durante toda mi puta vida, nena.

-Tal vez por eso estoy aquí.

Mientras Eva decía esto, se acercó mucho a Sam buscando besarlo, mientras acercaba su cabeza sujetándolo por la nuca con sus delicadas manos protegidas con unos mitones de piel.

Sam se dejó hacer y pronto sintió el beso húmedo e intenso, los pechos cálidos sobre él y un tremendo escalofrío que a punto estuvo de hacerle perder el sentido. Era el beso mas intenso, dulce pero también mas extraño y desconcertante que había sentido en toda su vida.

-Si quieres, damos una vuelta hasta una zona con curvas que hay entre Congress y Prescott. Desde allí podemos ver el eclipse de puta madre.

-Ok, Eva. Te sigo.



Ambos montaron en sus motos y el estruendo de sus motores, rompió la calma del desierto.
Como dos motoristas fantasmas, el haz de luz de sus faros, cortaban por la mitad la inmensidad de la noche. La inmensidad del desierto... de camino hacia la zona donde se habían visto caer algunos relámpagos.

Eva pilotaba de puta madre. Trazaba las curvas a tumba abierta, hasta que las chispas de sus escapes o chasis en contacto con el asfalto, saltaban mágicamente, dándole a la hembra, un toque mas salvaje y exótico si cabe, que estaba poniendo a Sam “cardiaco” solo de verla.
De hecho, le costaba seguir su ritmo, a pesar de que sus huevos estaban mas que pelados de ver el asfalto bajo ellos durante muchos años.
Velocidades de mas de 160 kms/h por carreteras de apenas dos carriles y por las que de un momento a otro se les podía cruzar cualquier bicho salvaje, hacían que la adrenalina del cuerpo de Sam, inundase cada uno de sus sentidos.

Finalmente, cuando ambos se detuvieron en la cima de una especie de páramo en pleno desierto. Se sentaron sobre a una gran roca desde la que podían ver la cúpula celeste sin temor a ser mordidos por una serpiente de las que andan por entre los arbustos.

Se abrazaron, se besaron y hablaron de muchas cosas. Trascendentes unas e intranscendentes otras.
Desde luego, Eva era la tia de sus sueños. Sam se había enamorado completamente de ella, cuando la conversación se fué derivando a algunas cuestiones metafísicas.

Fué entonces cuando le acarició muy dulcemente y mirándole a los ojos le contó que a veces, las cosas no son lo que parecen. Que el ser humano, siempre ha teñido de dramatismo cuestiones como la muerte y que en realidad ella siempre había estado con el. Velando por su seguridad y observando como vivía.

Sam se asustó un poco. ¿Que clase de loca le había tocado en esa ocasión?. ¿A que se refería?.
Fué entonces cuando Eva le confesó a Sam su verdadera identidad.

-Soy tu Angel de la Muerte y he venido a por ti.



Sam se quedó pálido, porque pensó que la tia era una psicópata asesina que acabaría con él de un hachazo en cualquier instante.

-No. No soy una psicópata asesina (respondió Eva leyendo sus pensamientos). Siempre he estado contigo prácticamente desde que naciste.
-En muchas culturas, se me conoce como angel de la muerte, en otras como angel de la guarda, en otras, simplemente como tu angel.
-Dicen que el roce hace el cariño y pese a que me has hecho trabajar bastante en ocasiones con algunas de tus peleas y accidentes para que no fuese “tu hora” (le reprochó en broma), terminé enamorándome de ti.
-Recuerda que en otro tiempo, yo también fuí una persona. Pero no fuí lo suficientemente completa y plena en mi vida como para dar el “gran paso”, sino que tuve que pasar un tiempo dedicándome a una misión encomendada. La de ser “tu angel”.
-Digamos que tampoco ahora es “tu hora”. Esto ha sido una especie de truco, de trampa mía para estar contigo el resto de la eternidad como pago a mi “paraiso” que se puede materializar debido al eclipse de esta noche, algún tiempo antes del que estaba escrito en las estrellas.

-Por eso puedes elegir, Sam. Puedes elegir continuar viviendo tu vida y yo continuaré esperando el día en que tenga que venir a acompañarte hacia la otra dimensión para estar juntos (si así lo deseas), o bien puedes montar en mi moto esta noche mientras se produce el eclipse y marchar juntos hacia la eternidad.
-El eclipse abre las puertas de ambas dimensiones, para que de cuando en cuando, se puedan materializar los sueños imposibles. Y esta es una ocasión en la que tu sueño y mi sueño, creo que bien merecían que yo te confesase esta situación.

Sam lo pensó durante unos minutos. En silencio.
Su vida, sus sueños, sus anhelos, pasaron por su mente a una velocidad vertiginosa.
Meditó seriamente si quería acompañar a Eva o continuar viviendo su vida, que tampoco estaba tan mal. Al fin y al cabo, vivia sin lujos, pero lo hacia como quería y en relativa libertad.
No sabía si le quedaría mucho tiempo hasta que llegase la hora de su muerte, pero tampoco le importaba demasiado.



Decidió finalmente que en su vida “el pescado estaba todo vendido” y que ya no le quedaba nada mas por hacer, mas que ser feliz en la eternidad con la mujer de sus sueños. Con su Angel de la Muerte. Con quien había confesado un amor mutuo, sabiendo de alguna manera, que Eva no le había mentido en nada.

Sam se levantó lentamente y tiró del brazo de Eva para ponerla de pie frente a él y abrazarla.
La beso dulcemente hasta que notó el cuerpo de Eva estremecerse y fué cuando la dijo:
-Te amo. Vamos en tu moto a donde me lleves.

Ambos se sentaron el el chopper de Eva. Ella arrancó el motor de la máquina y el haz de luz de la motocicleta volvió a rasgar la oscuridad de la noche, en dirección al eclipse de luna que se producía en ese instante, creando una oscura silueta en la luz que iluminaba la noche. En dirección a los rayos que caían alrededor de donde rodaban. En dirección ...
A la eternidad.



Nunca mas se supo de Sam ni se encontró su cuerpo.
Al cabo de pocos días, las autoridades hallaron su Harley estacionada en un lateral de la ruta 66 cerca de Flagstaff. Con las llaves puestas en el contacto y gasolina mas que suficiente en el depósito.

Al cabo de unas semanas se canceló su búsqueda y algunas de las revistas para las que trabajó, se hicieron eco de la noticia, publicando una pequeña columna de recuerdo.

Los amigos de Sam, colocaron su retrato en el bar que frecuentaban, frente a la barra, junto al retrato de los demás bikers fallecidos. Por los que brindaban en su honor frecuentemente.
También hicieron una ceremonia de despedida, en la que el rugir de numerosas motos, sonó hasta en el mismísimo infierno y la bebida, sus escritos y sus fotografías, no faltaron.

Para las autoridades, tan solo se trató de un posible ajuste de cuentas, en el que alguna banda rival había matado a Sam y había hecho desaparecer el cadáver.

Doktor Jeckill. Enero de 2009.

viernes, 23 de enero de 2009

Carta a mi hijo.

¿Sabes? Te echo demasiado de menos.
¿recuerdas cuando disfrutábamos juntos jugando, viajando o leyendo un cuento?.

Disfruté enormemente de tu niñez.
Cambiándote los pañales, limpiándote o dándote de comer.
En algunas ocasiones tuve que regañarte,
pero en muchas mas, eras mi gran motivo de orgullo.

Recuerdo cada instante tu mirada, tus ojillos grandes y despiertos, tus risas, a carcajadas y tu ansia por aprender y por ser mayor de lo que eras.
Tus primeros pasos, tus primeras frases, tus primeras trastadas...
Todo aquel cúmulo de etapas que juntos compartimos.

Hasta que tu madre te arrancó de mi lado.
Hasta que con palabras hirientes, tu madre compitió por tu amor y respeto tratando de envenenarte contra mi.
Durante muchos años no lo consiguió. Tu seguías queriendo a tu papá y te llenabas de ilusión cada vez que nos veíamos a escondidas.
A escondidas porque si no, tu madre te gritaba, pegaba y castigaba, sin que nadie pudiese evitarlo, ya que la ley le daba “patente de corso” al ser mujer.

Yo he tenido que callar durante todos estos años. He tenido que aguantar las injusticias,las misandrias y los reproches por no haber litigado legalmente un proceso que sabía que no podría ganar.

Y lo mas importante era que tú, en medio, serías siempre el “daño colateral” que mas sufriría.
Para evitarlo, siempre te dije que hicieses caso a tu madre y a tus profesores para tu bien y educación. Creo que jamás me oiste hablar mal de ella para que no perdieses mas aún la visión de su figura tutelar y te invité a que te dejases educar por ella en la medida de lo razonable.

Dentro de poco serás legalmente mayor. Legalmente adulto. Moralmente responsable.
Siempre te dejé claro que estaría allí. A tu lado siempre que me necesitases. Que si tuvieras cualquier problema recurrieses a tus profesores (que siempre tuvieron mi teléfono) o a la policia para localizarme de inmediato y que estuviese donde estuviese, en un plazo mínimo de tiempo, estaría junto a ti haciendo frente a lo que fuese.

La promesa que siempre te hice continúa vigente. Solo que ahora, además, ya no tendrás que rendir cuentas a tu madre. Serás un ser adulto y con capacidad de decisión sobre tus actos y movimientos.
Estoy deseando de volver a verte.
Son muchos los años en los que no podía ver niños sin que se me humedeciesen los ojos y se me encogiese el corazón recordándo tu ausencia.

Tuve que alejarme por tu bien. Para que no fueses el objetivo de la ira de tu madre.
Disfruté muchísimo de tu infancia, me he perdido tu adolescencia...
pero por favor. Déjame vivir contigo los pequeños y los grandes momentos que te proporcionará tu juventud y tu edad adulta.
Los problemas, los miedos, los triunfos y los sueños obtenidos.

Y déjame guiar tu mano por un camino recto para que el día de mañana seas todo lo que quieras ser, sin necesidad de perjudicar a nadie en tu camino.

Deseo tanto pasar esta página de nuestras vidas, que me ansío esperando el momento. Sin recuerdos negativos, sin reproches, sin problemas...
Te echo tantísimo de menos, hijo...
que ya no aguanto mas tiempo sin tenerte a mi lado.



Doktor Jeckill. Escrito en la mente (y el corazón) en 1998 y plasmado al papel en Mayo de 2008.

martes, 20 de enero de 2009

Si el gobierno te trata peor que a un perro, ¡Hazte lobo!


Eres un “presunto” maltratador, solamente porque tienes pareja.

Eres un “presunto” agresor sexual, porque tienes pene.

Un “presunto” pederasta, porque navegas por Internet.

Un “presunto” evasor de impuestos porque te investiga hacienda.

Un “presunto” criminal violento, porque eres hombre.

Eres también un “presunto” terrorista vial, porque tienes vehiculo a motor.

Y un “presunto” pirata de la propiedad intelectual porque tienes CD´s virgenes.

Eres de igual manera, un “presunto” delincuente ecológico porque generas basura.

Eres un “presunto” suicida inconsciente al que le sobra el dinero, porque tienes una moto.

Eres un “presunto” insolidario, porque hay mujeres que cobran menos que tu.

Eres un “presunto” fascista y nazi, porque tienes tus propias ideas políticas.

Un “presunto” asesino del medio ambiente porque consumes gasolina.

Un “presunto” cruel con los animales porque vas a los toros o tienes una chaqueta de cuero.

Eres un “presunto” misógino, machista y descerebrado porque eres heterosexual.

Eres un “presunto” xenófobo, porque no aceptas la imposición de otras culturas en tu barrio.

Eres un “presunto” cerdo consumista, porque mientras hay niños que mueren de hambre en el mundo, tu te aprietas un chuletón en casa de tu madre.

Eres un “presunto” cabronazo, porque no das el 0´7% de tu dinero a las ONG´S para el tercer mundo.

Eres un “presunto” racista por no aceptar al negro que vende droga en el colegio de tu hijo o a los latinos que exigen un pago por el uso de una cancha deportiva publica de tu barrio.

Eres un “presunto” componente de una banda criminal organizada, porque llevas en tu moto una pegatina de “Support MC”.

Eres un “presunto” toxicómano, porque fumas porros o porque tomas los antidepresivos que te recetó tu médico.

Eres un “presunto” vago y una lacra social que le pesa a la seguridad social porque llevas meses en el paro.

Eres un “presunto” navajero, porque llevas una navaja o alicate multiuso en su funda del cinturón, desde que fuiste boy scout.

Eres “presuntamente” muchas cosas mas. Pero como no nos podemos fiar de tantas de tus “presunciones”, vamos a tratarte como si todas esos estigmas que te marcan, sean verdad (que seguro que lo son, al menos muchos de ellos).

Bienvenido al infierno, pedazo de cabrón. No tienes derecho a la vida y a la libertad, pero te dejaremos libre tal vez, siempre que produzcas nuestro dinero y para que continúes pagando el crédito que debes a una de nuestras queridas entidades bancarias.

El estado necesita que empujes la rueda de molino que hace que funcione nuestra perfecta, tolerante y pacífica sociedad, en la que no tienes cabida, pero que si eres un cordero fiel, te permitiremos disfrutar... tal vez.

Firmado:
El gobierno de tu país, que trabaja día a día por tu bienestar y el de todos.

miércoles, 7 de enero de 2009

Doce campanadas.

Doce campanadas, rompen el silencio de la noche gélida y oscura,
en el campanario de un reloj lejano.

Doce segundos intensos, en los que nuestras miradas se cruzan
con fuego de pasión en la mirada.

Doce uvas cada uno, que comemos para recibir un nuevo año.

Doce meses que quedan atrás, para recordar en el olvido.

Doce instantes mágicos, que indican el inicio de una nueva vida.

Doce besos, doce caricias, doce susurros...

En el cambio del año, en el cambio de vida,
en el cambio del dolor y penurias, hacia la esperanza.

Un nuevo periodo se abre ante nosotros para que lo apuremos con pasión.

Un periodo de doce.
Doce... ¿dias, semanas, años, lustros?

Yo digo: “Doce besos”, que sellan doce promesas, doce compromisos, doce alientos de solo dos personas que se funden en una, con el nuevo año.

Doce ilusiones, doce sorbos de champán...
Doce orgasmos para antes de que acabe la noche.

Doce millones de caricias...
solamente, en mitad de la noche.

Doce campanadas en el campanario de un reloj lejano.
Solamente, entre tu y yo.


Doktor Jeckill. Enero de 2009.